Se llama metabolismo al conjunto de las reacciones químicas que desarrollan las células cuando se encargan de la degradación o de la síntesis de diferentes sustancias. Se trata de múltiples procedimientos que posibilitan el crecimiento, la subsistencia y la reproducción de cada célula.
El metabolismo contempla dos momentos: el catabolismo y el anabolismo. En el marco del catabolismo se libera energía, mientras que en el anabolismo se recurre a dicha energía para concretar diversas acciones. Ambos procesos del metabolismo, por lo tanto, resultan complementarios.
Con el catabolismo, por ejemplo, se degradan y oxidan las moléculas de los alimentos. La energía liberada luego es utilizada en el anabolismo para la síntesis de moléculas complejas.
El metabolismo se lleva a cabo a través de las denominadas rutas metabólicas, que son sucesiones de reacciones químicas que permiten convertir un sustrato inicial en un producto final gracias a la intervención de distintas enzimas. Estas rutas apuntan a la economización de recursos.
Es importante resaltar que el organismo, mediante el metabolismo, distingue entre las sustancias nutritivas y aquellas que resultan tóxicas. Los nutrientes son aprovechados como energía, mientras que los tóxicos son desechados.
La síntesis de biomoléculas como los lípidos, los glúcidos y los aminoácidos es una de las funciones esenciales del metabolismo. Muchas de estas biomoléculas, por otra parte, interactúan para el desarrollo de macromoléculas como las proteínas y el ADN (el ácido desoxirribonucleico).
Ante los cambios constantes del ambiente, el organismo se encarga de la regulación de las reacciones del metabolismo para conservar la homeostasis, que es el conjunto de condiciones celulares que posibilitan la interacción con el entorno y la respuesta a los estímulos.
Todo organismo se expone de forma constante a elementos y compuestos químicos que no puede usar para alimentarse y que si los acumulase en sus células resultarían perjudiciales porque no cumplirían una función metabólica. El nombre que reciben todos ellos como grupo es xenobióticos, donde podemos encontrar venenos naturales, antibióticos y drogas sintéticas, de cuya detoxificación se encargan varias enzimas xenobióticas metabolizadoras.
En nuestra especie, las enzimas xenobióticas en cuestión incluyen las UDP-glucoroniltransferasas, las glutatión-s-transferasas y las citocromo oxidasas P450. La acción de este sistema de enzimas tiene lugar en tres fases. Todo comienza con la oxidación de los xenobióticos, continúa por la conjugación de los grupos solubles al agua y finaliza por la excreción. Antes del final de esta última etapa es posible que el xenobiótico modificado se extraiga de la célula a través de la exocitosis; en el caso de los organismos pluricelulares, también puede atravesar otro proceso de metabolización.
Estas reacciones son muy relevantes en el ámbito de la ecología dada la biodegradación microbiana (también conocida con el nombre de biodegradabilidad) de los agentes contaminantes y la biorremediación del suelo contaminado, o sea, un proceso que lo devuelva a su estado natural.
La depuración que el hígado lleva a cabo de los fármacos es un caso muy común de metabolismo xenobiótico. Todo comienza cuando el producto llega al organismo, ya sea por vía oral o parenteral, atravesando el intestino o viajando por la sangre, respectivamente. Cuando llega al hígado pasa por dos fases de metabolismo, mencionadas anteriormente, tras lo cual pasa a estar oxidado y conjugado, antes de dirigirse a la bilis o a la sangre, y ser excretado por medio de las heces, de la orina, de la respiración o de otros fluidos.
El mínimo valor de energía que necesita una célula para subsistir se conoce como metabolismo basal. La célula usa esta energía para las reacciones químicas relacionadas con las funciones metabólicas fundamentales, como ser la respiración. Son diversos los factores que influyen en el metabolismo basal: la edad, el peso y el sexo son algunos de ellos.