Se le llama «tangible», a todo aquello que puede ser percibido haciendo uso de los sentidos, especialmente el tacto. En esta instancia, serían considerados tangibles objetos que se hallan en el plano físico, y cuya existencia puede ser fácilmente percibida. De igual, esta palaba se utiliza en el ámbito de la contabilidad, en donde se le llaman «activos tangibles», a todos los bienes que pueden ser contabilizados de manera manual, como el dinero y los inmuebles. En contraposición a tangible, cabe destacar, se encuentra «intangible», es decir, que es abstracto o que no puede ser percibido por los sentidos. La palabra se origina, asimismo, a partir del latín «tangibilis», que se define de una forma similar a la actual.
La piel sería la más importante herramienta en el proceso, puesto que permitiría conocer la naturaleza del objeto que se está tomando. Esta tiene numerosos grupos de nervios que se activan, con una serie de estímulos, enviando al cerebro información, para que finalmente este procese las características del objeto. Además de esta, intervienen la audición y la vista, a lo que se le añade también el gusto, aunque este último esté más relacionado con la prueba de alimentos. De esta forma, es posible que una persona pueda percibir las características de un objeto, además de su relación con el mundo exterior.
Los activos intangibles, por su parte, en algunas ocasiones pueden ser definidos como «objetos de naturaleza material susceptible». Generalmente, las industrias colocan en este grupo a las máquinas, el espacio que ocupan sus instalaciones, las materias primas y, por supuesto, el dinero, tanto efectivo como electrónico, que luye a través de la compañía.