En la poesía lírica, las odas son todas las composiciones destinadas a glorificar la existencia de una persona o ente divino. Antiguamente, así se le les llamaba a todas las composiciones de gran extensión o las que debían ser recitadas como un canto, siendo acompañadas, incluso, por instrumentos musicales típicos de la época, como la lira. El tema de estas puede variar, en dependencia de las cualidades que se desean destacar; importantes poetas de la antigua Grecia, como Safos y Anacreonte, ayudaron a definir las temáticas, siendo estas el amor, las fiestas, los héroes y los dioses; en tiempos más recientes, Pablo Neruda y Garcilaso de la Vega contribuyeron a formar la idea de la oda como una alabanza, con una sutil implicación de elementos filosóficos.
Durante la época antigua, tres líricos resaltaban y cada uno se encargaba de cultivar, dentro de la literatura, historias que recreasen la vida cotidiana; estos eran Safos, Anacreonte y Píndaro. Mientras Anacreonte deleitaba a los más poderosos con sus odas al vino y las fiestas, Safos se dedicaba a las penurias y el deseo amoroso, mientras que Píndaro alababa al Imperio, los atletas y militares. Siglos después, escritores como Neruda, Víctor Hugo, Cowley y Klopstock, harían importantes contribuciones al género.
Como todas las composiciones líricas, las odas reflejan el mundo interior del artista; estos toman la iniciativa de plasmar las más profundas pasiones sobre una persona, objeto o figura religiosa; cabe destacar, además, que gozan de una gran musicalidad, en especial cuando son recitadas acompañadas por instrumentos musicales. Tradicionalmente, las odas, por ser también largas, se dividen en estrofas y, estas, en versos; sin embargo, es preciso resaltar que algunos poemas podían ser escritos en prosa, en el fenómeno literario conocido como prosa poética.