Los principios éticos que rigen la práctica médica, en este caso la psiquiatría, subrayan la necesidad de que los pacientes sean tratados de la manera más completa posible, como exigen los principios de atención, dignidad, integridad y justicia.1 A pesar de que la prevalencia del trastorno delirante (DD) es de 0.18% de la población2 no hay guías de práctica clínica (GPC) para la DD que guíen su tratamiento, por lo que en su lugar se utiliza la información de la GPC para la esquizofrenia. Esto puede deberse a que su lugar en la atención hospitalaria psiquiátrica no se ha definido claramente hasta la fecha, ya que ha variado entre ser considerado un subtipo de esquizofrenia,3 un trastorno afectivo4 o una entidad separada.5 Ahora se define en la CIE-106 como una psicosis que involucra ideas delirantes persistentes, aunque el funcionamiento está relativamente bien conservado, mientras que también puede haber algunos otros síntomas psicóticos, como síntomas negativos y alucinaciones menores. Sin embargo,estudios recientes no solo contribuyen a establecer este trastorno como una entidad diferenciada7-11, sino que también descartan la posibilidad de que sea un trastorno monosintomático12 y enfatizan la existencia de diferentes dimensiones del mismo, así como su alta comorbilidad. Aunque el síntoma delirante no es específico de la DD, lo que justifica su inclusión dentro del espectro psicótico,13 se ha demostrado que tiene ciertas cualidades y características específicas que lo diferencian de la esquizofrenia. Por lo tanto, mientras que DD mostraría menos ideas delirantes que en el caso de la esquizofrenia, serían más intensas. También habría ciertas diferencias cualitativas con respecto a la esquizofrenia. El predominio de ideas delirantes somáticas o celosas sería intrínseco a DD en comparación con aquellos perfiles que muestran predominantemente ideas delirantes religiosas que serían características de la esquizofrenia.7 Las demás dimensiones de la DD subrayan no solo el papel de las ideas delirantes, sino también la importancia relevante de los síntomas afectivos,especialmente la depresión8,9,13,síntomas cognoscitivos9,13, 14 o el riesgo de suicidio como comorbilidad.15 Asimismo, también se ha detectado una menor conciencia de la enfermedad, o incluso una peor respuesta a los medicamentos antipsicóticos que en el caso de la esquizofrenia.7 Todos estos factores significan que este trastorno tiene sus propias peculiaridades y perfil, lo que hace necesario tratarlo más ampliamente que el síntoma delirante solo o simplemente extrapolar a partir de datos sobre tratamientos para la esquizofrenia.
El tratamiento farmacológico se considera actualmente como estándar para el tratamiento de la DD, y los medicamentos antipsicóticos son la piedra angular de esto. Una revisión sistémica reciente de estudios descriptivos que abarcaron 385 casos de pacientes con DD tratados con medicamentos16 ha demostrado su eficacia, ya que hay una mejoría ≥50% con respecto a la situación basal en 33.el 6% de los casos, mientras que los antipsicóticos de primera generación (FGA) son superiores a los de segunda generación (SGA) (FGA 39% vs SGA 28%; χ2=5,2595; P≤.02; RR: 1,40; IC 95%: 1,04–1,88), mientras que ningún antipsicótico individual específico es superior a ningún otro. Se requieren más datos sobre los fármacos antipsicóticos más recientes, dado que la mayoría de los datos sobre la SGA se refieren a la Risperidona o la Olanzapina, mientras que sería interesante determinar el papel de los fármacos antipsicóticos que tienen una función reguladora del estado de ánimo sobresaliente, como es el caso de la Quetiapina, o una buena tolerabilidad, como el Aripiprazol. Los antidepresivos también pueden desempeñar un papel prometedor en el tratamiento, dada la importancia de la dimensión depresiva mencionada anteriormente y otros síntomas como la ansiedad o la irritabilidad, así como la buena respuesta general a ellos que se ha encontrado. Esto es mejor que la respuesta a los antipsicóticos (respuesta ≥50% en el 50% de los casos), aunque el tamaño de la muestra fue pequeño. Pueden ser especialmente útiles en el subtipo somático.16 El desconocimiento de la enfermedad por parte de los pacientes y la posible falta de adhesión también sugieren un papel de los fármacos parenterales de liberación prolongada, así como el posible papel de la psicoeducación y las terapias psicológicas dirigidas a mejorar la capacidad de introspección, la conciencia de la enfermedad y la adhesión. La terapia cognitivo-conductual también ha demostrado tener un efecto moderado en la mejora de variables secundarias como la autoestima social de estos pacientes.17 También sería necesario estudiar el potencial de tratamientos de este tipo u otros tratamientos psicológicos como el entrenamiento metacognitivo sobre los rasgos cognitivos subyacentes a las ideas delirantes que caracterizan a la DD, o la reparación cognoscitiva18 de los síntomas cognitivos existentes en el trastorno. Para concluir, hacemos hincapié en que, dado que el perfil intrínseco del trastorno se está consolidando cada vez más, son necesarios estudios y, especialmente, ensayos clínicos o estudios naturalistas a gran escala para estudiar el tratamiento de la DD como una entidad diferenciada en lugar de un subgrupo de esquizofrenia bajo el epígrafe de «otras psicosis».
Declaración de transparencia: el autor principal, José Eduardo Muñoz Negro, declara que este manuscrito es una descripción honesta, precisa y transparente del estudio presentado, que no se ha omitido ningún aspecto importante del estudio o estudios descritos, y que se han explicado (y si son relevantes, se han registrado) las diferencias con respecto al estudio inicialmente planeado.19,20