Las últimas cuatro o cinco semanas, en general, han sido días muy difíciles y turbulentos para la gente de Artsaj y Armenia. Durante el curso de esta guerra, los armenios de todo el mundo se unieron de inmediato y mostraron un gran apoyo al desafiante soldado armenio, a los líderes militares y a los valientes voluntarios. Se llevaron a cabo muchas recaudaciones de fondos exitosas en la patria y la diáspora para ayudarlos en esta lucha. Por otro lado, la gente de Artsaj dejó atrás sus hogares y posesiones y buscó refugio en diferentes pueblos y ciudades de Armenia. A pesar de la fuerza militar desigual de los dos bandos, el ejército de Artsaj defendió sus tierras ancestrales con gran coraje, pagando un gran precio, a costa de sus vidas.
Después de 45 días de lucha, nos enteramos esta semana de la oscura y pesada noticia de que el Primer Ministro de Armenia había firmado un acuerdo de alto el fuego y había declarado su derrota para impedir que los azeríes siguieran avanzando.
Ha sido muy difícil escuchar y aceptar estas palabras intensas. Con la ayuda de Dios, nos hemos enfrentado a países y ejércitos poderosos muchas veces antes. Esta vez podríamos haber hecho lo mismo y no permitir que los azeríes confiscaran y ocuparan nuestras tierras ancestrales. Desafortunadamente, como resultado de esto, nuestros hermanos y hermanas de Artsaj fueron desplazados y obligados a abandonar sus hogares.
La pérdida de hogares ancestrales, posesiones, soldados y el derecho humano fundamental a vivir pacíficamente en nuestras propias tierras nunca han sido y nunca serán fáciles de aceptar. Pero, debemos admitir que, hoy estamos mucho más cerca de Dios y el uno del otro de lo que estábamos antes de que comenzara la guerra el 27 de septiembre. Rezo y espero que, con la ayuda de Dios y con nuestros propios esfuerzos, sigamos unidos, porque «En la unidad hay fuerza». En las palabras del salmista, digamos los unos a los otros, «Dios es nuestro refugio y fortaleza, socorro siempre presente en las tribulaciones» (Salmo 46:1).
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