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El registro más antiguo de uso de sal fue hace unos 4.700 años en la antigua China, donde había más de 40 tipos diferentes de sal disponibles.1 También se encontraron documentos antiguos en Egipto alrededor del año 4000 a.C., seguidos por Grecia y Roma.2 En la antigua Roma, la sal se usaba como moneda y se cree que la palabra inglesa «salary» en realidad se originó del latín (salarium, que significa un pago hecho en sal).1,2

El nombre químico de la sal de mesa común es cloruro de sodio (NaCl), que aparece como cristales cúbicos isométricos blancos (Figura

1). La sal natural se extrae del agua salada, ya sea del mar o de manantiales de sal, por evaporación. La sal más común es para aromatizar en la cocina. Otro uso de sal en la comunidad incluye el uso de sal para producir alimentos fermentados e inhibir el crecimiento de bacterias y hongos.1,2

La sal es también uno de los electrolitos primarios en el cuerpo humano. El sodio excesivo (hipernatremia) o el sodio insuficiente (hiponatremia) conduce a diversas presentaciones de enfermedades. El consumo excesivo de sal está asociado con la hipertensión. Las investigaciones han encontrado que las personas con presión arterial alta normal que redujeron significativamente la ingesta de sal en la dieta pueden reducir el riesgo de enfermedad cardiovascular en un 25% durante los siguientes 10 a 15 años y el riesgo de morir por enfermedad cardiovascular se reduce en un 20%.4 El exceso de sodio también se asocia con hipertrofia ventricular izquierda y enfermedades renales.4,5

El Comité Científico Asesor de Nutrición del Reino Unido (SACN) recomienda una ingesta de sal en la dieta de 4 gramos por día o 70 mmol de sodio. 3La guía dietética en los Estados Unidos recomienda el consumo de menos de 2,3 g de sodio por día (aproximadamente 1 cucharadita llena de sal). 6

Aspecto microscópico de la sal de mesa (NaCl). Fotografía Original por el autor

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