Cuando los Estados Unidos entraron en la Primera Guerra Mundial en 1917, Pershing recibió el mando de la Fuerza Expedicionaria Estadounidense.
Este no era un buen momento para una guerra para el Ejército. Había suministros limitados, no había aviones para un ejército que todavía luchaba con el reclutamiento y la organización.
También había una montaña diplomática a escala: los franceses y los británicos esperaban que los estadounidenses sirvieran bajo sus órdenes. Pershing se negó, y exigió con éxito campamentos separados para sus hombres, así como entrenamiento por oficiales y sargentos estadounidenses.
En junio de 1918, los alemanes lanzaron una gran ofensiva para capturar cruces de puentes cruciales en el río Marne en Francia. Durante todo el mes, la Fuerza Expedicionaria Estadounidense libró una guerra defensiva y contraofensiva contra los alemanes en la sangrienta Batalla de Belleau Wood.
A mediados de julio, la Fuerza Expedicionaria Estadounidense fue nuevamente probada en la Batalla de Chateau-Thierry. Las victorias en ambos enfrentamientos llevaron al final de la última gran ofensiva alemana de la guerra.
En septiembre de 1918, Pershing lideró con éxito las fuerzas estadounidenses y francesas en una ofensiva contra la línea alemana en el saliente de Saint-Mihiel. Esta victoria demostró la competencia y calidad de las tropas estadounidenses y fue seguida por la ofensiva final de la guerra, Mosa-Argonne.
El lento y sangriento avance de las tropas aliadas progresó hasta el 11 de noviembre de 1918, cuando finalmente se declaró un armisticio.