En 1947 la Organización Mundial de la Salud definió la salud como «un estado de completo bienestar físico, mental y social.»1 Hasta ahora, el NHS ha dado prioridad a la promoción del bienestar físico, pero el libro verde Our Healthier Nation señala que esto puede necesitar un cambio.2 Enfatiza la importancia del bienestar emocional para la salud: de hecho, la salud se define como «tener confianza y ser positivo y capaz de hacer frente a los altibajos de la vida.»Estas afirmaciones están respaldadas por un creciente cuerpo de investigación epidemiológica, de ciencias sociales y experimental que está comenzando a sugerir que las iniciativas que apuntan a promover el bienestar físico con exclusión del bienestar mental y social pueden estar condenadas al fracaso.
El concepto de bienestar mental y social está menos definido que el de bienestar físico. El debate continúa sobre el significado del término salud mental. Un estudio reciente en Escocia mostró que los laicos se sentían más cómodos con los términos bienestar psicológico y emocional porque equiparaban el término salud mental con enfermedad mental.3 Los conceptos de bienestar social y enfermedad social (uso indebido de alcohol y drogas, violencia doméstica, abuso infantil) y la medida en que son responsabilidad del NHS también son controvertidos.
Sin embargo, algunas investigaciones muestran que la angustia emocional crea susceptibilidad a la enfermedad física. El estrés del examen aumenta la susceptibilidad a las infecciones virales4,y el estrés por falta de control en el lugar de trabajo5 o por acontecimientos de la vida6 crea susceptibilidad a las enfermedades cardiovasculares. Los estudios en animales revisados por Wilkinson7 y Brunner8 proporcionan evidencia de apoyo de que la angustia emocional puede conducir a una enfermedad física al afectar la respuesta inmunitaria. Los estilos de vida relacionados con la salud proporcionan la base para una hipótesis causal alternativa, potencialmente complementaria. Fumar, beber y el consumo de alimentos ricos en grasas son valorados por el público por su capacidad para aliviar la angustia emocional.9 En conjunto, estos estudios están comenzando a dar crédito a la creencia generalizada del público de que la enfermedad física puede ser la consecuencia de la angustia emocional.
Varios estudios epidemiológicos han demostrado que el apoyo social y emocional puede proteger contra la mortalidad prematura, prevenir enfermedades y ayudar a la recuperación.10,11 Es plausible que estos podrían actuar reduciendo la angustia emocional. Diversos tipos de estudios han sugerido que tan importante para la salud como las diferencias de ingresos es el capital social, es decir, las características de la organización social (participación cívica, confianza social) que facilitan la cooperación en beneficio mutuo.7 Uno de estos estudios examinó la relación entre las diferencias de ingresos y las respuestas a la pregunta «¿Cree que la mayoría de la gente trataría de aprovecharse de usted si tuviera la oportunidad?»en una encuesta representativa.12 La respuesta colectiva de las comunidades a estas preguntas predijo tasas de mortalidad ajustadas por edad mejores que el índice Robin Hood, una medida bien validada de las diferencias de ingresos. Las diferencias de ingresos varían con el tiempo y de un lugar a otro,7 lo que sugiere que no son solo un hecho de la vida. Se podría argumentar que las grandes diferencias de ingresos son una manifestación económica de personas que se aprovechan unas de otras, y que es esta última la que causa mortalidad prematura, a través de la angustia emocional que genera.
Por lo tanto, las soluciones a problemas de salud pública aparentemente intratables, como las desigualdades en la salud y los estilos de vida poco saludables, pueden residir en la investigación sobre el bienestar emocional. Se necesita una amplia gama de estudios para probar la hipótesis de que la angustia emocional crea susceptibilidad a la enfermedad física y otra gama es investigar intervenciones que puedan prevenir la angustia emocional y promover la salud mental y social.
Dos de los enfoques más prometedores dependen de un cuerpo adicional de investigación que muestra que la angustia emocional no resuelta en la infancia es una causa importante de angustia emocional en la edad adulta.13,14 Estos enfoques son programas de crianza de los hijos y programas de promoción de la salud mental en las escuelas. Las pruebas que demuestran que los programas de crianza de los hijos pueden revertir los problemas emocionales y de comportamiento15 y prevenir su emergencia16 son sólidas. Varios programas escolares de promoción de la salud mental han sido objeto de ensayos controlados que muestran un impacto positivo en el bienestar emocional.17 Mediante el desarrollo de la empatía y el respeto, ambos tipos de programas mejoran la autoestima de los niños y los padres y aumentan su capacidad de dar y recibir apoyo social y emocional. Se necesitan estudios de seguimiento a largo plazo para probar la hipótesis de que estos programas afectan a la salud física y mental de los adultos, pero la evidencia epidemiológica que sugiere que podrían afectar es sólida.
La aplicación con éxito de la agenda definida en Nuestra Nación Más saludable dependerá de la investigación y el desarrollo de dichos programas. Para que esto suceda, los médicos, y otros que determinan la asignación de fondos del NHS, necesitarán creer que el bienestar emocional y social es al menos tan importante para la salud como el bienestar físico e invertir fondos de desarrollo e investigación en consecuencia.