Durante mucho tiempo se ha reconocido que el culto a los antepasados es una característica visible de los sistemas religiosos africanos (cf. Tylor, 1971, II, pág. 115; Smith, 1950). Entre los Tallensi de Ghana, como he mostrado en publicaciones anteriores, impregna tanto su vida social que los pone a la par con los chinos y los romanos en este aspecto. En mayor o menor grado, esto se aplica a todos los pueblos de raza negra en África.
Existe un acuerdo general de que, dondequiera que ocurra, el culto a los antepasados está arraigado en el hogar, las relaciones de parentesco y descendencia, y las instituciones. Es descrito por algunos como una extensión de estas relaciones a la esfera sobrenatural, por otros como un reflejo de estas relaciones, una vez más como su expresión ritual y simbólica.
Comparativamente visto, el culto a los antepasados africanos tiene un marco estructural marcadamente uniforme. La congregación de fieles comprende invariablemente un grupo exclusivo de descendencia común, o un grupo de este tipo aumentado por parientes colaterales, que pueden ser de procedencia filiativa restringida o especificada o pueden provenir de un rango irrestricto; o bien los fieles en una situación dada pueden comprender solo un grupo doméstico, ya sea una familia elemental o una familia de tipo extendido.
En el caso paradigmático, las congregaciones de primer tipo representan el culto a los antepasados en el contexto estructural del linaje corporativo; y las de segundo tipo nos muestran su contexto familiar. Aquí los cónyuges, que son, por supuesto, formalmente afines, no parientes, participan por derecho de matrimonio y paternidad, no de descendencia o filiación, como lo hacen los miembros de la primera clase de congregación.